Cuando los animales encuentran un problema nuevo que ni ellos ni otro
congénere han afrontado previamente, muestran por lo general poca o ninguna
capacidad de razonamiento para hallar una solución y se limitan a realizar
muchos movimientos en la esperanza de dar con algo que funcione. Sin
embargo, los animales están frecuentemente en posesión de patrones de
conducta que solucionan sus problemas cotidianos y de tal complejidad que
resulta difícil para los científicos materialistas determinar como el animal, sin
mente, pudiera haber llegado a adquirir tal patrón de conducta. Por ejemplo,
hay una especie de araña que consigue comida construyendo una telaraña elástica, tirando del centro para darle forma de cono y soltándolo cuando un
insecto vuela cerca de forma que la telaraña se dispara y captura el insecto
(John Paul Scott, La conducta animal, p. 166).
La nutria marina que habita en la costa oeste de Norteamérica se sumerge
en busca de mejillones, almejas y langostas. Cuando vuelve a la superficie con
una de ellas, sube también una roca plana. La nutria se sitúa entonces sobre
su espalda flotando en el agua, coloca la piedra sobre su pecho, sujeta la
presa con ambas garras y la aplasta contra la roca hasta que la concha de su
presa se rompe (Ibíd., p. 167).
Algunos científicos materialistas teorizan que en el pasado alguna araña o
nutria hubieran dado con esos patrones de conducta "por azar" y luego los
mantuvieran por encontrarlos beneficiosos. La descendencia y otros individuos
cercanos a esa araña o nutria concretas podrían haber aprendido por imitación
dicha conducta. Existen, sin embargo, algunos patrones complejos que todos
los animales de una especie llevan a cabo incluso sin haber observado
previamente a otros miembros de su especie. Por ejemplo, la ameba es un
animal unicelular sin órganos sensoriales y, por consiguiente, no tiene medio
de observar a otras amebas. No obstante, todas las amebas se sirven de los
mismos procedimientos "inteligentes" para capturar comida. Si la presa está en
movimiento y, por tanto, es posible que escape, la ameba flota cerca y la
abraza holgadamente, sin tocarla, para no alertarla prematuramente. Por el
contrario, una presa inmóvil será estrechamente cercada. Si la presa se mueve
normalmente en un plano horizontal, la ameba la rodeará primero en ese plano
y luego cortará las vías de escape verticales (Margaret F. Washburn, La mente
animal, p. 39).
Algunos pinzones fueron separados de los demás recién nacidos y
criados en cautiverio. Si no eran expuestos al cielo nocturno a una edad
temprana, ignoraban en qué dirección viajar en el otoño. Si eran expuestos al
cielo nocturno o incluso al cielo artificial de un planetario a una edad temprana,
entonces eran perfectamente capaces de tomar el camino del sur en el
momento de la migración otoñal (Scott, pág. 238-239). Cómo encuentran los
pinzones el camino del sur, incluso sin ayuda de otros pájaros, sigue siendo un
misterio para los científicos materialistas.
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Otro ejemplo destacable de un patrón de conducta complejo que los
miembros de una especie llevan a cabo sin haber observado a otros animales
es la construcción de nidos por la gallina del eucalipto de Australia. El macho
excava un agujero en la arena a fines del invierno, lo rellena con vegetación y
lo cubre con un montículo de arena. La putrefacción de los vegetales calienta la
arena y la hembra acude al montículo, se aparea y pone un gran huevo
aproximadamente una vez por semana. El macho cubre cada huevo con arena
y visita el montículo diariamente, destapa el nido y comprueba la temperatura
introduciendo su pico abierto en la arena. Si ésta se calienta demasiado, el
pájaro abre el nido por la mañana temprano y arroja arena fría dentro del
mismo. A medida que avanza el verano la vegetación decae e irradia menos
calor, con lo que el pájaro amontona más y más arena para proporcionar calor.
Durante el otoño el suelo comienza a enfriarse y el ave mantiene el nido
caliente abriéndolo a mediodía y arrojando dentro arena calentada por la luz
solar. De esta forma el ave es capaz de mantener el nido a una temperatura
relativamente constante de unos 33º centígrados durante el largo periodo de
incubación. La gallina del eucalipto puede construir un montículo de arena de
quince metros de diámetro y un metro de alto en el proceso de incubación y
remover una buena parte de él diariamente. Cuando los polluelos eclosionan,
se abren camino a través de 60 ó 90 cm. de arena, abandonan el nido y se
adentran en la maleza en busca de comida. No permanecen en los alrededores
para observar las actividades de sus padres y no obstante, cuando los machos
crecen, llevan a cabo las mismas actividades que sus padres (Scott, pág. 271-
273).
Los clarividentes pueden ver una parte de la realidad que los científicos
materialistas no perciben y de esa manera los clarividentes pueden
proporcionar información acerca del origen de la sabiduría animal que tanto
confunde a los científicos. Según los clarividentes, cada animal tiene un espíritu
individual. Los clarividentes están de acuerdo con los científicos materialistas
en que los espíritus animales no han desarrollado el pensamiento y la
capacidad de resolver problemas. Los clarividentes perciben, además, que un
arcángel está asociado a cada especie o raza animal. El arcángel de la especie
está unido a cada miembro de la misma por medio de un cordón plateado
compuesto de materia del Mundo del Pensamiento. A través de este cordón el
arcángel puede enviar órdenes al animal acerca de lo que debe hacer en una
circunstancia dada. El arcángel está en contacto con la sabiduría cósmica y por
lo tanto puede establecer patrones de conducta que incorporen sabiduría para
los animales a su cargo.
Es el arcángel responsable de las arañas quien las guía en la
construcción y uso de sus inteligentes telas de araña. Es el arcángel
responsable de las nutrias marinas quien las guía en el uso de piedras para
romper las conchas de los mejillones. Es el arcángel responsable de las
amebas quien las guía en la captura de su comida. Es el arcángel responsable
de los pinzones quien les ayuda a determinar en qué dirección volar mediante
la observación de las estrellas. Es el arcángel responsable de las gallinas de
los eucaliptos quien las guía en la construcción y cuidado de sus nidos.
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El arcángel de cada especie diseñó los patrones de acción para esa
especie atendiendo a su bienestar. A veces los individuos de una especie
pueden encontrarse con circunstancias inusuales para las que no sirve el
patrón general de respuesta. Entonces los individuos necesitarían aprender
respuestas especializadas. Si un animal come un alimento en particular que le
produce una reacción desagradable, ese animal individual aprenderá a
mantenerse alejado de esa comida concreta. La guía de los arcángeles no
impide u obvia la necesidad de aprendizaje individual de los animales.
Una ilustración interesante del aprendizaje individual que ocupa a los
animales la proporciona la observación de la corneja, un pájaro de la familia de
los córvidos. Una corneja inexperta construyendo su primer nido recoge
inicialmente casi cualquier cosa, incluyendo pedazos de hielo, bulbos de poco
peso y ramitas inservibles. La corneja intenta imbricar un material nuevo en los
que ya forman el nido. Si no puede encajarlo, lo descarta. Los tipos de
materiales que han sido descartados una vez ya no son recogidos más veces.
La mayoría de las cornejas terminan por volverse especialistas, recogiendo
ramitas de sólo una especie de árbol que produce un material especialmente
bueno para su nido (John Alcock, Conducta animal, pág. 135-137).
Un niño pequeño necesita el cuidado de sus padres para asegurar la
obtención de lo necesario para vivir y mantenerlo fuera de peligro. Durante los
años al cuidado de los padres el niño está creciendo, desarrollando sus propias
habilidades y aprendiendo sobre el mundo de forma que será capaz en su
momento de cuidarse por sí mismo. Similarmente, en las eras en las que los
animales son guiados por los arcángeles, los animales también están
desarrollando sus capacidades de manera que en su momento dejarán atrás la
necesidad de dirección por los arcángeles. Los clarividentes pueden percibir
que los espíritus animales no son esencialmente diferentes de los espíritus
humanos. Los espíritus animales están simplemente menos evolucionados. Los
animales son pues verdaderamente nuestros "hermanos pequeños" y merecen
nuestro respeto y compasión.
REFERENCIAS
- Alcock, John. Animal Behavior. Sunderland, Mass.: Sinauer, 1975.
- Scott, John Paul. Animal Behavior. Chicago, Ill.: University of Chicago
Press, 1962.
- Washburn, Margaret F. The Animal Mind. New York: Macmillan, 1926.
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