domingo, 13 de noviembre de 2011

HACIA EL "DESPERTAR"

En el lenguaje esotérico y en el hoy moderno llamado “psicología espiritual”, se dice
que una persona está "despierta" o "dormida" dependiendo de si dicha persona es
 consciente de que debe esforzarse por elevar su conciencia y, por tanto transformar su
vida para que se pueda identificar con su Alma. En la etapa actual y en los años que
 vivimos, podríamos decir, pues, que la mayor parte de la humanidad está dormida
porque aún no está preparada para creer y poner en práctica las enseñanzas
 que traen ese despertar; estas son algunas de ellas:

1º.- No somos el cuerpo físico, ni las emociones, ni la mente sino que somos un
Espíritu diferenciado por Dios dentro de Él mismo.
2º.- Nosotros, como un Yo superior o Alma estamos por encima de la mente y
utilizamos a ésta para percibir el mundo físico a través del cerebro y los sentidos.
3º.- Ese Espíritu se manifiesta como un Alma en cada persona en forma de “conciencia”
y “voluntad”; y como tal es el que recoge la quintaesencia de las experiencias de cada
vida después de la muerte del cuerpo físico.
4º.- Cada Alma evolucionante renace como una nueva personalidad representada con
 un cuerpo físico, otro etérico, otro emocional y otro mental.
5º.- El renacimiento y la ley kármica de Causa y Efecto son la base para su desarrollo
 y crecimiento espiritual, haciendo que cada persona renazca y tenga el destino que
 se merece de acuerdo a sus hechos en anteriores vidas.
6º.- La evolución fue la que nos llevó a ser semianimales para después pasar a ser
 humano pero es el ser humano mismo quien ahora debe despertar para eliminar lo
que nos queda del aspecto animal y elevar la conciencia al nivel del Alma.

Visto esto está claro que quien hoy ha despertado es porque se hizo consciente de
 que era dominado por los deseos, las emociones, las pasiones, los pensamientos…
y ha comprendido que es unYo superior a todo eso y que debe luchar contra ello
 para sentirse libre y actuar según su propia voluntad y según su conciencia.

Así es que la mayoría de las personas se dedican a:
1º.- Cumplir con sus obligaciones y responsabilidades de mejor o peor gana.
2º.- A dejarse dominar por determinados vicios.
3º.- A alterarse, enfadarse o meterse en problemas por el hecho complicarse la vida en
 cosas sin importancia o que no le deberían de afectar.
4º.- A disfrutar “de la vida” siempre que tienen un momento de ocio.
5º.- Actuar casi como un autómata repitiendo todos los días los mismos hechos,
pensando y actuando de la misma forma, no buscando una vida superior, y
 no dedicando un solo minuto a su Alma ni al prójimo.

Lo mismo que en el pasado utilizamos cuerpos de materia bastante más sutil que
esta y otra clase de conciencia interna, —similar a la de los animales— así, en el futuro
desecharemos el cuerpo físico para habitar un cuerpo espiritual etérico —fruto del
 desarrollo espiritual obtenido con el físico a través de los renacimientos— y
obtendremos una conciencia libre de todos los obstáculos que hoy nos dominan
e impiden que despertemos. Pero, como es evidente, eso no se consigue con dinero
 ni porque un supuesto maestro o vidente diga que nos lo va a conceder, ni por
nada parecido. Los poderes del Espíritu, son niveles de conciencia superiores
y los cuerpos etéricos que en un futuro tendremos que utilizar, debemos
desarrollarlos en nuestro interior por medio de la práctica de los ideales más
elevados, como por ejemplo:

1º.- El servicio a los demás hecho de corazón y de forma desinteresada.
2º.- El respeto, la consideración, la fraternidad, la comprensión, la tolerancia con el prójimo….
3º.- El amor a todo ser viviente puesto que su vida tiene el mismo origen que la nuestra.
4º.- La oración, la devoción y la adoración a Dios.

Razonando los párrafos anteriores podemos asegurar de nuevo que la mayoría
 de las personas siguen todavía dormidas y pensando que sólo vivimos una vida
y que, por tanto, hay que disfrutarla todo lo que se pueda. Si queremos despertar
a esa nueva vida o conciencia espiritual no sólo debemos quitarnos los vicios que
nos dominan y dejar de criticar, pensar mal y todos esos defectos que tan a diario
manifestamos, sino que tenemos que descubrir nuevos conocimientos que llevados
a la práctica nos faciliten esos objetivos. Los libros, las conferencias, videos,
 escuelas esotéricas, religiones, etc., pueden ser muy útiles siempre que nos
 señalen el sendero del desarrollo espiritual, si no es así, todo se quedará en
 conocimiento, resultando que el conocimiento hincha pero no satisface al Alma.
Si no aplicamos, a modo de práctica rutinaria, los conocimientos espirituales y
nuestros propios ideales, moriremos y volveremos a renacer casi como cuando
 lo hicimos en esta vida. El destino mismo nos trae las oportunidades que necesitamos
 para hacer los cambios que nos corresponden en determinadas épocas de la vida,
 bien sean posibilidades positivas de desarrollo o bien por medio de problemas y
 hechos que no queremos afrontar. Son muchas las veces y los hechos que dejamos
 de aprovechar o despreciamos porque no queremos analizarlos, resolverlos o porque
 preferimos que lo hagan otros; sin embargo, cuando nos demos cuenta de esta
 realidad después de la muerte ya será demasiado tarde y nos arrepentiremos.

Cuando todavía estamos “dormidos” parecemos niños entreteniéndonos con juegos,
fiestas, televisión… sin darnos cuenta que todo eso es inútil para el Alma y que,
además, hace que nos preocupemos, obsesionemos, tengamos temores y enfados, y
un sin fin de cosas más que terminan por amargarnos la vida. La mayoría de nosotros
hace lo que puede para cumplir con sus deberes pero no se esfuerza por desarrollar
sus capacidades, dejándolo para otro tiempo futuro cuando quizás esté más
preparado. Pero esto no es lo más grave, lo peor es que si estamos aprisionados y
 dominados por lo cotidiano y lo personal trabajando solamente por nuestros intereses
 egoístas ¿Cuándo nos vamos a preocupar por las cosas del Alma? Si de verdad
 queremos progresar en el sendero de la espiritualidad poniendo en práctica nuestros
 ideales más elevados, debemos desarrollar la voluntad y la persistencia llevando a
 cabo nuestros deberes cotidianos; debemos aprovechar las oportunidades de progreso;
 superar las tentaciones que nos llevan al ocio y a satisfacer pasiones y vicios; e
 intentar controlar la mente para que no piense por sí misma. Haciendo todas estas
cosas tan simples es como nos preparamos para hacer trabajos mayores que nos
harán mucho más sensibles a las influencias de los mundos espirituales. Una de las
leyes divinas que más actúa sobre nosotros viene a decir algo así: “Cuando dais lo
mejor de vosotros al mundo, lo mejor del mundo os será devuelto.”

Existen dos ejercicios que son muy útiles a todo aquel que desea superarse a sí mismo,
estos son: La auto-observación y la Retrospección. La auto-observación trata de —como
acto voluntario— tener la consciencia en todo lo que hacemos, sentimos y pensamos, es
decir, de estar sumamente atentos a nosotros mismos para no actuar incorrectamente, para no
crear malos sentimientos y deseos, y para evitar que la mente no esté descontrolada. Sólo de
esa forma podemos evitar hacer mal y que lo que venga del exterior sirva de estímulo para ese
mismo mal. La retrospección trata de revisar mentalmente los hechos del día —desde que nos
 acostamos en sentido inverso hasta que nos levantamos ese mismo día— Debemos practicar la
 observación de lo que nos rodea y la auto-observación propia para hacer una verdadera
retrospección porque de lo que se trata es de ver dónde, cómo y cuándo hemos hecho mal
para tomar conciencia de ello y proponernos no volver a caer más, así como también ver
las buenas obras y pensamientos del día para fortalecernos espiritualmente y repetir esas
 mismas acciones siempre que podamos. Por tanto, es en la vida diaria, en las cosas
pequeñas que llamamos “sin importancia” donde debemos esforzarnos por extraer el
conocimiento y el poder espiritual que nos llevará a
despertar una nueva y más elevada conciencia.

Es imprescindible que limpiemos nuestra casa y adquiramos muebles nuevos. Limpiar la
casa es no repetir o crear malos sentimientos ni deseos; no dejarse dominar por las pasiones
vicios; evitar las preocupaciones, miedos, enfados, críticas, etc.; y limpiar la mente de todos
esos malos hábitos de pensar —hacer que no piense en ello— en cosas innecesarias,
en distracciones absurdas, en los estímulos procedentes de las emociones y deseos, etc.
Adquirir muebles nuevos es controlar la mente para que —además de no pensar en lo que
no debe— piense en hechos relacionados con los más elevados ideales —amor al prójimo,
fraternidad, altruismo, oración por la humanidad, compasión, comprensión y tolerancia
con los demás,…— es llevar a la práctica esos pensamientos en cada oportunidad que
 nos surja a diario —ir en un medio de transporte y crear buenos pensamientos y
 sentimientos hacia las personas que vemos, servir en todo lo que podamos, valorar las
cualidades sin fijarnos en los defectos de aquellos con quienes no simpatizamos, dar
gracias a Dios por todo lo que nos ha facilitado, hacer las cosas con amor para que alcance
 a quien pueda afectar, etc. etc. Esta limpieza y nuevo amueblamiento de nuestra personalidad
transmutarán el cristal oscuro y sucio que impide que veamos la luz y hará que nuestra
 aura brille de manera que los maestros se fijen en nosotros y nos faciliten lo que necesitemos.

Basándonos en lo dicho hasta ahora preguntémonos ¿Cuánto me preocupo por mi
 personalidad y cuánto por mi Espíritu? ¿Cuánto me esfuerzo y sirvo a los demás?
 ¿Cuántas veces doy gracias a Dios y, en general, a las personas que hacen que yo
 me alimente, trabaje, sea feliz, obtenga conocimientos que me ayudan..? Después de
 meditar sobre estas preguntas seamos sinceros y respondámonos a nosotros mismos
 ¿no deberíamos esforzarnos y sacrificarnos más por ser mejores, —en pensamiento,
 palabra y obra— por servir allá donde podamos y ser más humildes y agradecidos a
 Dios y al prójimo? Todo el bien que hagamos y que nos procuremos a nosotros mismos
 perdurará y tendrá una gran utilidad en el universo y en el medio ambiente en que
 vivimos, por tanto, seamos más fieles colaboradores de Dios y unos
 servidores amorosos de nuestro prójimo.

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